“Para dominar la ciudad tiene la fuerza del territorio; y ante el
territorio tiene la representación de la ciudad. El trata con los negros candomberos
y con los diplomáticos de Europa, es amigo de los indios y discute con los
doctores, toma mate con las comadres de los ranchos y tiene de secretario a un
personaje de abolengo. Sin el caudillo nacional, que ya viste el poncho o el
chiripá del gaucho, ya la casaca entorchada y el guante blanco del brigadier,
que sabe ser ceremoniosos en la ciudad y campechano en el fogón de los
campamentos, tan capaz de bailar un minuet como de enlazar una res bravía, la
ciudad y la campaña no podían entenderse”.
Buschera, O. “Divisas y partidos” Enciclopedia Uruguaya Nº 17.
Pág. 125.
El caudillo y sus seguidores:
“Para la época que despunta en los años finales de la década del 30, en la Banda Oriental , en
Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe, la estructura agraria se está consolidando.
El aparto jurídico expulsa fríamente a los poseedores de campos abandonados. El gran caudillo los
acoge como agregados y dependientes de sus fabulosos fundos y los asocia
generalmente en medianería en sus principales rinconadas... Para amplísimos
sectores rurales, una parte normal de la subsistencia y de los medios de vida
se satisface por la cuota a la que accede en las liberalidades del caudillo.
Este vivir a “expensas de” cristaliza cada vez más férreamente la dependencia personal y la
disminución jurídica del hombre sin tierras. De ahí que alzado el caudillo, sea
vitalmente necesario seguir su divisa…
Rodríguez, J. “Las
montoneras y sus caudillos”. Enciclopedia Uruguaya Nº 13. Pág. 58
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